martes, 23 de septiembre de 2014

El Fantasma Historia Primera

La historia de un fantasma en las oscuras calles de la cuidad, un viaje a los rincones del alma y las calamidades y conductas del hombre moderno.



¿te atreves a este vieaje por los rincones oscuros? 




El Fantasma.

El asfalto por la noche tiene un tono maligno y majestuoso, una suave combinación entre la humedad y la tristeza, las gotas frías resbalan de las grandes alturas, inconscientes de su muerte: en el asfalto han de convertirse en la corriente que las transporte al rio, donde por completo olvidaran quienes fueron. El eco de la ciudad y su turbia miseria: es como un canto de sirena que me llama a perderme, y ahora soy la gota transportándome al rio: ¡La humanidad!

Historia primera.

En el Bar:

Al tratar de recordar mi pasado, siento como si una pared infranqueable bloqueara mi memoria, en otras ocasiones me he tentado a trepar por sus frías y lisas paredes, pero siempre mis esfuerzos terminan por agotarme.

Hoy no es uno de esos días. A lo lejos el sonido de la ciudad, con sus luces y detalles, con sus melodías y misterios. Dejo la esquina que me ha servido amablemente.

     Adiós esquina, he de partir por ahora, no me extrañes demasiado, ya que posiblemente vuelva a ti.
Seguí caminando por las rusticas calles de esta ciudad, cuando me hube en una encrucijada, para otros el encontrarse ante dos caminos no significa nada, simplemente irían por el más conveniente y seguro. Pero para mí, un alma sin un destino específico; ha de guiarme la afinidad.

El camino a mi derecha, muestra una hermosa calle, está muy bien cuidada, las casas a sus orillas son hermosas y decoradas, el asfalto igualmente es muy parejo; los reflejos del alumbrado público asemejan su superficie a la de un bello lago de petróleo.

Más el corazón de este camino es frio y artificial, todo parece prefabricado, desde las casas con diseño uniforme, hasta los arbustos recortados como fijos y serios rectángulos. En fin este camino no es afín a mi deseo. El camino a mi izquierda, este conduce a la zona bohemia de la ciudad, lo que resalta a la vista es su superficie irregular, como si el descuido de a entender la clase social para la que fue destinado. A sus orillas el zacate y la maleza forman collares alrededor de las rocas. El agua fluye antojadizamente por los agujeros del suelo, así parece entonces como un rio en miniatura, deformando el paraje a su antojo. El sonido de la música a lo lejos, ¡Aquí palpita mi corazón!

     ¡Hermoso y caprichoso camino! Pido vuestro permiso para caminar sobre ti.
No después de mucho andar, llegue al lugar que desde hace unos instantes conocí como mi destino, era un pequeño bar.

Me acerque por la parte trasera, justo cerca de los baños, yo ya no era uno de esos seres con los cuales la gente suele toparse y pensar: -¿quién es este?- ¡No! Ahora ya no soy más que una sombra, un ser del cual nadie tiene consciencia, un alma sedienta en busca de un vaso de licor. ¿Por qué entrar precisamente a este bar, y no a cualquier otro de los que tengo a disposición? ¡Este me gustó! A pesar de no tener nada extraordinario, las hermosas plantas de Datura stramonium que se encontraban fuera del local, le daban un halo de misterio, ya que esta al igual que yo, es un ser dado a los vicios nocturnos, se encuentra en ella misma el potencial de curar o enloquecer, de torturar y masturbar. Su fruto lleno de espinas y sus jugos llenos de locura.
 
Dejo a la datura reposar sobre el suelo. Entro al bar llamado por los olores confusos de las cervezas, las damas y sus perfumes. Me siento en una banca vacía: frente a mí; una mesa de roble, un salero y una historia de amor y aventura.

Me detengo un momento a observar, De pronto un tipo blanco y de estatura mediana, se levanta de súbito de su silla, junto a él una joven lo observa con una mirada avergonzada: Él se dirige a la banca destinada para los cantantes del karaoke, ella sabe que él está por hacer el ridículo total, aun así no trata de detenerlo, más parece resignada a un acontecimiento inevitable.

El sonido de la música era para mí un extraño manjar, una combinación entre lo moderno y lo medieval. Así pasaron impasibles los minutos, mi sed por los placeres prohibidos fue en ascenso, ¡como desearía tener garganta, por la cual conducir un frio trago de cerveza! ¡Pero más inclusive, poder como un ser de carne, viajar donde aquella dama solitaria, y presentarme como un buen partido! derrochar algo de dinero en frente de ella y así fingir solidez económica, hablarle de trivialidades y crear chistes geniales que me hagan parecer un ser seguro de mí mismo.

¿Qué estado es este en el que he caído? ¡Ni vivo! ¡Ni muerto! Pensé que tal vez se tratara de una especie de limbo, pero todo ha de resultarme tan familiar.

Conforme la noche se concretaba, la gente del bar caía suavemente en una suave intoxicación alcohólica, el disfraz de timidez se retiró como quien quita una persiana, y cada cual se mostraba más como deseaba ser.
La dama a la cual he destinado mis miradas, se tornaba ahora más rosada y cálida. Me acerco lentamente donde ella, mis pasos ya no son algo perceptible, más bien floto como un humo tambaleante: Me acerque al punto de distinguirla perfectamente, lo primero que resalto de ella, para mí; fueron sus brazos, estos adornados por delgados y rubios cabellos, cosa que al contrario de la intuición, les daban un toque aún más fino y delicado. Sus mejillas; levemente maquilladas, dejaban entrever pequeños poros a manera de costuras en un único y bello mantel. Sus ojos parecían perderse, fijos y duros, observando a un sitio indefinible. La luz no parecía ejercer en ella efecto alguno.

A su lado reposaba un hermoso bastón, el cual tenía apenas pequeños detalles minimalistas. Era evidente en este momento su ceguera. También esto me hizo reflexionar: ¿Por qué extraño motivo a mí me era posible ver? ¿Será acaso que mis ojos no han de ser necesarios? ¿Por qué ella no puede verme? No después de un rato, llego a su mesa una de las meseras del lugar, le colocó frente a ella una delgada y estilizada botella de cerveza: no le hizo a la joven ninguna pregunta, no cruzo con ella palabra alguna: se retiró lentamente forzando una leve y simpática sonrisa, como si aquel fuera un ritual habitual.

La joven daba a la cerveza pequeños tragos, y a cada uno de ellos, parecía perderse en bellos jardines; en donde un gran grupo de personas tenían como único tema de conversación; lo delicioso, frío y espumeante de aquel trago de cerveza.

Todo desaparecía al retirar la botella de sus labios. A cada sorbo parecía perderse en un nuevo mundo, en un universo completo creado solo para describir el sabor de la cerveza.

Por un instante pensé en hablarle, ya que este experimento siempre me era infructuoso, ¿es que acaso los oídos de carne han de ser siempre tan impenetrables? Un pálido: “hola”, un seco: “que tal”, eso fue lo máximo que pude hacer.

¿Me serviría tal vez tratar de darle alguna señal? ¿Hm… pero como la vería?

En este devenir de ideas iba de acá para allá, cuando sorpresivamente salió de su boca un suave respiro, seguido de la voz más delicada y dulce que oídos profanos fueran capaces de degustar.

     Mi nombre es Istarte.

     ¿Cómo? Se ha percatado de mi presencia, ¿puede verme?

     ¡Ja ja ja! Donde ha visto usted caballero, que los ciegos puedan ver. He sentido su vibración, tu energía no me es extraña, los que son como tú se ven atraídos hacia mí.

     ¿Los que son como yo?

     ¡Sí! Los que no se conforman; ni con la vida, ni con la muerte. Dime: ¿Cuánto darías por un trago de licor?

     ¡créeme, me he acercado a ti sin aspiración alguna!

En este momento fije mis ojos en los suyos y le dije.

Sin aspiraciones:

Elevo mis ojos al cielo, la luz de la luna penetra mis dilatadas pupilas, allí veo un océano de ensueño, ¡una terrible agonía!, ¡un espasmo de muerte!, ¡el corazón palpita!, expandiéndose como venas los rayos de las altas nubes, bajan a la tierra, dando energía así al germen de vida.
Ahora viajo sin aspiraciones, el cuerpo para mí fue un ataúd: mi lucha fue entender porque había de serme extraña la vida, mis manos eran una total incógnita, mi pensamiento un lenguaje extraño, mi vida toda fue un mar de inconsistencias.

Luego el silencio penetro entre ambos, los ojos de ella eran como lagos, en los que se disolvía toda mi esencia. Su energía era no solo la de un ser vivo, ¡Ella daba color a las rosas! ¡Ella daba vida a las rocas!
Lentamente se levantó de su silla, rozo con su mano la mía, la acaricio como si esta fuera algo vivo, dio un leve suspiro y se retiró, dejándome inmóvil, incapaz fui de seguirla, solo la contemple mientras se perdía en la puerta del bar.


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