miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Fuego Fatuo

Historia de un ser sobrenatural, el cual llega al mundo de los seres humanos y se encuentra con algo para el inesperado.

una pequeña aventura para antes de dormir, los sueños son lo unico que interesa a los seres de la noche.




El Fuego Fatuo.

Viajaba sigiloso y fulgurante por  las ramas y entre los árboles; el Fuego Fatuo está acostumbrado a no prestar reparo a los peligros de la noche.

Cuando sus diamantinos y fríos ojos se fijan en la ciudad de los seres humanos; la naturaleza de su ser se ve llamada hacia una curiosidad mezquina.

Piensa en jugar en los parques y encontrar entre las bancas vacías algún recuerdo perdido y memorable.

Así en veloz vuelo parte rasgando el sereno viento; ¡su cuerpo de pura energía se ve alargado en neutral velocidad!

Su rostro maquillado de picardía; de electricidad y océano turbulento sus dilatadas pupilas.

Abiertas al máximo posible sus palmas y dedos de blancas raíces.

Una vez en el mundo diminuto de los hombres que se sienten grandes; sobre el más alto de sus edificios se aferra cual para rayos del cosmos; ¡cual desquiciado esqueleto en llamas  de  puro placer!

¡Son muchos los sueños que salen a danzar sobre los tejados!

Hay sobre las casas escenas de sensual e ilegitimo placer.

Incontables niños y nuevos juguetes.

¿Pero si es que habrá quizá algún sueño por encima de la vulgar y burda banalidad?

Salen a pasear las almas de los durmientes; más su temor ante lo desconocido y misterioso les obliga a mantenerse siempre cercanos al cuerpo, las pasiones y los placeres.

¡Les ve el Fuego Fatuo decepcionado!

Lo único que realmente le interesa  son las almas puras. Es solo con ellas que desea tratar sus recuerdos a cambio de su rico oro.

Como siempre él se decía a sí mismo: "- ¡Más vale un alma inquieta; que un puñado de monedas vacías!"

Cierto que el oro no le hace falta alguna: ha nacido el en el centro de una estrella, fábrica es el de oro al estallar como su indómita madre.

Es de las casas que brota como estampida el humo por las chimeneas, no es de verdad un humo producto de la quema de secos troncos; es el humo de las almas humanas al consumirse en el caldero de la sociedad.

Así se encolerizan sus ojos y se estremece de profunda ira, y por los aires rompe en gélidas láminas el oro reluciente y fino proveniente de su cuerpo de pura energía.

Es como filosas navajas de afeitar que cortan a su paso los cordones de plata; ¡son muchos los que no podrán regresar a sus cuerpos por la mañana!

Fija su mirada en una casa alejada de los bulliciosos escándalos: En ella una niña sueña tranquila y serena, es un aura de magnífica alegría la que domina su tímido ambiente.

En sus sueños un hermoso castillo y un tranquilo he inteligente príncipe que lucha contra el viento.

Corta su espada los sinsentidos de las palabras adultas, y a los monstruos creados por ellas para atemorizarle.

¡Este es un sueño a la altura del gusto del Fuego Fatuo!

¡Un sueño a la altura de los seres que siguen su propia naturaleza!

¡No podría menos que felicitar al padre de la pequeña por haber inspirado tan brillante y gallarda figura!

Se dirige fugaz y rampante; una sinérgica risilla lo acompaña y sus ojos se achican ante el rápido viento y la felicidad.

Del sereno es que proviene su voz de dragante susurro.

- ¡Nosotros los fuegos fatuos no creemos en la seriedad!

- ¡Quien conoce la sobriedad extrema; no sabe lo que es la madurez y la alegría!

Llega por fin al tejado de aquella humilde casita; su cuerpo se introduce en la chimenea mientras se estira y retuerce como chorro al ser dragado por el insaciable remolino.

¡Ha decidido este día no pedir nada a cambio de su oro!

¿¡Que sería de su justicia si quitará a esta pequeña a su príncipe!?

¡No hay oro que pueda pagar por los sueños de grandeza!

Se dirige a la habitación de la pequeña y deja junto a su cama un hermoso cofrecito de fina madera silvestre y, estampado de robusto y sólido pedernal negro.

En su interior las más delicadas joyas; ¡el oro más puro!; ¡un oro tan puro que nunca ha sido tocado por manos humanas! ¡No es oro de ninguna mina; nace de las propias entrañas de la más fulgurante estrella!

Piedras preciosas provenientes de las insondables profundidades terrestres; ¡allá donde ningún hombre es capaz de penetrar!

Anillos moldeados por eufóricos duendes al calor de sudorosas llamas, y pendientes de elfos locos: que enamorados de las constelaciones las trajeron en forma de joyas a la tierra.


Este fue el regalo dado por el Fuego Fatuo a la niña de puros sueños antes de partir nuevamente a las profundidades del bosque y danzar como flotante destello sobre los lúgubres pantanos.