lunes, 22 de septiembre de 2014

La Historia De Abgaa y Cechia

El relato de una epoca antigua.



Escritos para Cecilia 01   -------   Un tiempo al margen.

La historia de Abgaa y Cechia.

Nadie sabe en realidad como eran aquellos días en los cuales corríamos alegres por los campos, en los que las puestas de sol; eran el anuncio del reposo, donde los sueños estaban repletos de verde y armonía.

¡Nadie lo sabe! ¡Nadie lo sabe...!
¿Pero? ¿Quién no lo añora?

 En lo profundo de las montañas vive Abgaa, de niño se separó de la tribu para vivir en los bosques.

Su madre lo dejó a su placer,
A su placer dejó al niño Abgaa,
A sus anchas en el mar del mundo.

 Abgaa creció.

No comía de las bestias,
No mataba a los pájaros,
Se alimentaba de la hierba,
Bebía del rocío.

 En su adolescencia Abgaa conoció el instinto.
 El mapache y el mono eran sus amigos.
 Así le dijeron al joven Abgaa:

No puedes para siempre ser uno con las bestias, cada animal tiene su pareja, cada ser tiene a su igual diferente.

 Abgaa pregunta inquieto a los animales.

¿Su igual diferente? ¡Si a mí no me interesa el mundo de la tribu! ¡Me interesan los frescos manantiales de la montaña! ¡Me interesa la vida fuera del rebaño!

Y es que la gente de las chozas siempre es igual: ¡ama sus herramientas! ¡Ama sus ropas! ¡Ama su choza! ¡No se aman a sí mismos!

 Dejo Abgaa a sus animales.

Se despidió de ellos con un beso en la frente,
Con un beso en la frente se despidió de ellos,
Con un beso en el alma se despidió de ellos.

Se fue a lo profundo, a las más altas montañas,
Se perdió en la distancia, en la alta montaña.

15 años después.

 Se encuentra Abgaa bajo el gran árbol,

Un árbol al que él ha llamado sagrado,
El árbol que él ha hecho sagrado,
El sagrado árbol de la vida,
¡Un árbol único!: ¡el árbol de Abgaa!

 Plática entre el árbol y Abgaa.
 Abgaa melancólico hacia el árbol, con sus ojos perdidos y serenos.

Dime árbol, sereno y pasión de los vientos,
Árbol de misterios, árbol de respuestas,
¡Se acerca a mí la duda! ¡Se acerca a mí la nada!
La nada se acerca a mí; ¡el vacío!: ¡el corazón!

 El árbol le responde en su imaginación; cuando sus hojas son rosadas por el viento.

Eres hombre y bestia, ¡pastor y rebaño!
Desde los antiguos tiempos, desde la pradera:
¡El manantial! ¡El rio! ¡Las flores! ¡Los helechos!
Has vuelto, tú regresaste, ¡a la primitiva era!

Tú quieres conocer al sabio antiguo,
Al chaman de los bosques; ¡astuto y sabio!

¡Tú como gato!; te buscas en la soledad,
¡Tú como gato!; añoras también las caricias.

Como los gatos; recuerdas a tu madre,
Como los gatos; buscas la fragancia del amor.

 Contesta intimidado y pensativo Abgaa al antiguo árbol.

¿Que he de hacer? ¡Si no me placen las chozas!
¿Qué he de hacer? ¡Si no quiero el palo de sembrar!

¡No quiero el báculo del pastor!
¡No quiero la piel de la oveja!

¿Qué he de hacer?  ¡Si no quiero la flecha de cazar!
¿Qué he de hacer? ¡Si amo a las bestias!

 Surge de las montañas un viento calmo, y el árbol habla nuevamente a Abgaa.

¿Qué has de hacer? ¡Si no te placen las chozas!
¿Qué has de hacer? ¡Si no te place el palo de sembrar!

¿Qué debe hacer Abgaa? ¡Si ha decidido enfrentarse al mundo!
¿Qué debe hacer Abgaa? ¡Si añora lo que el bosque no da!

En lo profundo de los abismos habita el arroyo,
Allí reposa en lo profundo; el arroyo.

¡Ve! y escucha su canto, ¡Ve! Y aprende su lección,
Yo como árbol, aconsejo de la vida,
Así es el árbol que sabe de instintos,
¡Ve! Y escucha su canto, ¡él sabe del alma!

 Se fue Abgaa en busca del arroyo, en busca del arroyo Abgaa se fue.
 Los animales a las orillas del camino lo miraban, por los senderos le seguían, nostálgicos le gritaban, ansiosos y temerosos de perderle como amigo.
 Con ojos tristes le veían los monos. Con la cabeza baja; los venados y los toros salvajes.
 El león cerraba sus ojos; profundo y relajado, los abría y lo miraba pasivo.
 Las aves volaban sobre él, las mariposas consolaban sus pasos.
 ¡Se perdió Abgaa en lo profundo de los abismos!

Encuentra Abgaa el arroyo del alma.

 En la profunda gruta, entre los profundos abismos, en el frio refrigerante de un helado recinto.
 En las rocas, y en la tierra fértil. Allí habita el antiguo arroyo: ¡El alma!

Plática entre Abgaa y el arroyo.

 Se dirige Abgaa a las frías y frescas aguas del arroyo, mientras este ríe con sus típicos sonidos.
 Dime tu arroyo de mi alma, el que guardo en mí ser:

¿Qué he de hacer? ¡Quiero el amor!
¿Qué he de hacer? ¡Quiero las caricias!

¿Que he de hacer? ¡Si no me placen las chozas!
¿Qué he de hacer? ¡Si no quiero el palo de sembrar!

¡No quiero el báculo del pastor!
¡No quiero la piel de la oveja!

¿Qué he de hacer? ¡Si no quiero la flecha de cazar!
¿Qué he de hacer? ¡Si amo a las bestias!

 El arroyo en voz femenina contesta a Abgaa; cuando las corrientes se agitan, cuando este les presta atención.

¿Qué haz de hacer?...

¡Espera aquí amigo Abgaa! espera aquí; ¡en el alma!
¡Duerme aquí amigo Abgaa! sueña aquí; ¡en el alma!

Por la noche, la luna ilumina los caminos,
Por la noche, las almas viajan a estos parajes.

 Abgaa duerme esa tarde bajo el arrullo del arroyo.
 Abgaa despierta ante risas en medio de la nada.
 Es la más bella musa: que en forma de fantasma se le presenta:

¡Juega ella con las mariposas!
¡Ríe ella con los peces!
¡Huele ella el frescor de la hierba!
¡Ama ella a los animales del bosque!

 Y es que su alma se ha alejado del mundo profano, y es que su alma, viaja en sueños a estos frescos manantiales.
 Habla Abgaa al espíritu de la joven.

¿Quién eres? que vienes a mí en la fría madrugada,
¡He soñado contigo! ¡Aquí! Siempre, ¡Aquí!
En el arroyo del alma he soñado contigo,
En el susurro del agua, he escuchado tu voz.

La joven sonríe a Abgaa, le ve y ambos son cautivados,
En el sereno de un instante, en un viento fugaz,
En el sereno de un instante, ella se va.

 Así sabe Abgaa de su existencia, así sabe él; que la debe buscar, ¡y si ha de enfrentarse a la tribu! ¡y si ha de enfrentarse a un pastor!

¡Que más importa a Abgaa!
¡Desea conocer el amor!

¡A la mañana se fue! a la mañana partió Abgaa.
Tras la caricia del sol, Abgaa partió,
Tras la caricia del sol, Abgaa partió.

En el camino los animales no estaban,
En los caminos iba solitario Abgaa.

¡Sin guía ni direcciones!
¡Sin pensamientos!
¡Lleno de emociones!

Llega Abgaa a la tribu.

 Mira Abgaa las chozas a la distancia, las casas de adobe, los edificios de ladrillo quemado.
 Así dice Abgaa a su corazón.

¡Este es el mundo de los pastores!
¡El mundo de los sembradores!

De los dueños, de las posesiones,
De los amos, y de los esclavos.

 Llega Abgaa vistiendo nada más que su desnudez: tal y como libre fue expulsado al mundo, sin ropas ni tatuajes, sin medidas ni reservas.

 Como niño y como adulto, ¡astuto he inocente!

 Lo acompaña la vida, el regocijo de sus ojos, la mirada del amor, la pureza y la vitalidad.

 ¡Pasa con la mirada inerte!: ante el mundo de los hombres él ha decidido ser fantasma.

 ¡Pasa con la mirada inerte!: ¡La gente! ¡Las risas! ¡Los sarcasmos!

 ¡Nada importa a Abgaa!: ¡No desea las ropas! ¡No desea los modales! ¡No quiere las miserias!

 Va directo a la choza donde ella vive, es la fragancia de las flores quien le llama.

 ¡Entra inerte! ¡Cansado y agotado! ¡al punto del quiebre total!

 Ella le ve y se intimida ante la desnudez de su alma, sin reservas se entrega a ella.

 ¡Sin reservas desea entregarle su amor!

Diálogo entre Abgaa y Cechia.

 Es Abgaa primero con la mirada perdida, extasiada en los ojos de ella.

¡Ahora la vida tiene sentido! ¡Sentido hay ahora en la vida!
¡Ahora tus ojos amenguan los míos!; ¡soy tú!
¡Ahora la noche me llama al descanso!
¡Ahora tu alma, y la mía, comen de sí mismas!

 Contesta la joven a Abgaa.

¡Ahora sé dónde viaja mi alma por las noches!
¡Ahora sé dónde nace la vertiente de mis sueños!

¡Te he visto en el arroyo!
¡En los abismos del alma!

¡Te he visto Bajo el árbol de la vida!
¡En las montañas del propio ser!

 Ambos sonrieron de forma fortuita, sin ropas, ni convencionalismos, sin ataduras, ni velos.

 Partieron, hicieron su hogar en las montañas más lejanas, cerca ya de los mares, de las playas de ensueño, junto a los animales, a las flores y los helechos, a los ríos, a los árboles y a los profundos arroyos.

 En las mañanas, era la playa y el sol, en la tarde, era el fresco viento del mar.

 En el ocaso, el sendero a las grutas selváticas, a aquellos antiguos montes, a las propias montañas del ser.

FIN.

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