¿te atreves a este vieaje por los rincones oscuros?
El Fantasma.
El
asfalto por la noche tiene un tono maligno y majestuoso, una suave combinación
entre la humedad y la tristeza, las gotas frías resbalan de las grandes
alturas, inconscientes de su muerte: en el asfalto han de convertirse en la
corriente que las transporte al rio, donde por completo olvidaran quienes
fueron. El eco de la ciudad y su turbia miseria: es como un canto de sirena que
me llama a perderme, y ahora soy la gota transportándome al rio: ¡La humanidad!
Historia primera.
En
el Bar:
Al
tratar de recordar mi pasado, siento como si una pared infranqueable bloqueara
mi memoria, en otras ocasiones me he tentado a trepar por sus frías y lisas
paredes, pero siempre mis esfuerzos terminan por agotarme.
Hoy
no es uno de esos días. A lo lejos el sonido de la ciudad, con sus luces y
detalles, con sus melodías y misterios. Dejo la esquina que me ha servido
amablemente.
— Adiós esquina, he de partir por
ahora, no me extrañes demasiado, ya que posiblemente vuelva a ti.
Seguí
caminando por las rusticas calles de esta ciudad, cuando me hube en una
encrucijada, para otros el encontrarse ante dos caminos no significa nada,
simplemente irían por el más conveniente y seguro. Pero para mí, un alma sin un
destino específico; ha de guiarme la afinidad.
El
camino a mi derecha, muestra una hermosa calle, está muy bien cuidada, las
casas a sus orillas son hermosas y decoradas, el asfalto igualmente es muy
parejo; los reflejos del alumbrado público asemejan su superficie a la de un
bello lago de petróleo.
Más
el corazón de este camino es frio y artificial, todo parece prefabricado, desde
las casas con diseño uniforme, hasta los arbustos recortados como fijos y
serios rectángulos. En fin este camino no es afín a mi deseo. El camino a mi
izquierda, este conduce a la zona bohemia de la ciudad, lo que resalta a la
vista es su superficie irregular, como si el descuido de a entender la clase
social para la que fue destinado. A sus orillas el zacate y la maleza forman
collares alrededor de las rocas. El agua fluye antojadizamente por los agujeros
del suelo, así parece entonces como un rio en miniatura, deformando el paraje a
su antojo. El sonido de la música a lo lejos, ¡Aquí palpita mi corazón!
— ¡Hermoso y caprichoso camino! Pido
vuestro permiso para caminar sobre ti.
No
después de mucho andar, llegue al lugar que desde hace unos instantes conocí
como mi destino, era un pequeño bar.
Me
acerque por la parte trasera, justo cerca de los baños, yo ya no era uno de
esos seres con los cuales la gente suele toparse y pensar: -¿quién es este?-
¡No! Ahora ya no soy más que una sombra, un ser del cual nadie tiene
consciencia, un alma sedienta en busca de un vaso de licor. ¿Por qué entrar
precisamente a este bar, y no a cualquier otro de los que tengo a disposición? ¡Este
me gustó! A pesar de no tener nada extraordinario, las hermosas plantas de
Datura stramonium que se encontraban fuera del local, le daban un halo de
misterio, ya que esta al igual que yo, es un ser dado a los vicios nocturnos,
se encuentra en ella misma el potencial de curar o enloquecer, de torturar y
masturbar. Su fruto lleno de espinas y sus jugos llenos de locura.
Dejo
a la datura reposar sobre el suelo. Entro al bar llamado por los olores
confusos de las cervezas, las damas y sus perfumes. Me siento en una banca vacía:
frente a mí; una mesa de roble, un salero y una historia de amor y aventura.
Me
detengo un momento a observar, De pronto un tipo blanco y de estatura mediana,
se levanta de súbito de su silla, junto a él una joven lo observa con una
mirada avergonzada: Él se dirige a la banca destinada para los cantantes del
karaoke, ella sabe que él está por hacer el ridículo total, aun así no trata de
detenerlo, más parece resignada a un acontecimiento inevitable.
El
sonido de la música era para mí un extraño manjar, una combinación entre lo
moderno y lo medieval. Así pasaron impasibles los minutos, mi sed por los
placeres prohibidos fue en ascenso, ¡como desearía tener garganta, por la cual
conducir un frio trago de cerveza! ¡Pero más inclusive, poder como un ser de carne,
viajar donde aquella dama solitaria, y presentarme como un buen partido!
derrochar algo de dinero en frente de ella y así fingir solidez económica,
hablarle de trivialidades y crear chistes geniales que me hagan parecer un ser
seguro de mí mismo.
¿Qué
estado es este en el que he caído? ¡Ni vivo! ¡Ni muerto! Pensé que tal vez se
tratara de una especie de limbo, pero todo ha de resultarme tan familiar.
Conforme
la noche se concretaba, la gente del bar caía suavemente en una suave
intoxicación alcohólica, el disfraz de timidez se retiró como quien quita una
persiana, y cada cual se mostraba más como deseaba ser.
La
dama a la cual he destinado mis miradas, se tornaba ahora más rosada y cálida.
Me acerco lentamente donde ella, mis pasos ya no son algo perceptible, más bien
floto como un humo tambaleante: Me acerque al punto de distinguirla
perfectamente, lo primero que resalto de ella, para mí; fueron sus brazos,
estos adornados por delgados y rubios cabellos, cosa que al contrario de la
intuición, les daban un toque aún más fino y delicado. Sus mejillas; levemente
maquilladas, dejaban entrever pequeños poros a manera de costuras en un único y
bello mantel. Sus ojos parecían perderse, fijos y duros, observando a un sitio
indefinible. La luz no parecía ejercer en ella efecto alguno.
A
su lado reposaba un hermoso bastón, el cual tenía apenas pequeños detalles
minimalistas. Era evidente en este momento su ceguera. También esto me hizo
reflexionar: ¿Por qué extraño motivo a mí me era posible ver? ¿Será acaso que mis
ojos no han de ser necesarios? ¿Por qué ella no puede verme? No después de un
rato, llego a su mesa una de las meseras del lugar, le colocó frente a ella una
delgada y estilizada botella de cerveza: no le hizo a la joven ninguna
pregunta, no cruzo con ella palabra alguna: se retiró lentamente forzando una
leve y simpática sonrisa, como si aquel fuera un ritual habitual.
La
joven daba a la cerveza pequeños tragos, y a cada uno de ellos, parecía
perderse en bellos jardines; en donde un gran grupo de personas tenían como
único tema de conversación; lo delicioso, frío y espumeante de aquel trago de
cerveza.
Todo
desaparecía al retirar la botella de sus labios. A cada sorbo parecía perderse
en un nuevo mundo, en un universo completo creado solo para describir el sabor
de la cerveza.
Por
un instante pensé en hablarle, ya que este experimento siempre me era
infructuoso, ¿es que acaso los oídos de carne han de ser siempre tan
impenetrables? Un pálido: “hola”, un seco: “que tal”, eso fue lo máximo que
pude hacer.
¿Me
serviría tal vez tratar de darle alguna señal? ¿Hm… pero como la vería?
En
este devenir de ideas iba de acá para allá, cuando sorpresivamente salió de su
boca un suave respiro, seguido de la voz más delicada y dulce que oídos
profanos fueran capaces de degustar.
— Mi nombre es Istarte.
— ¿Cómo? Se ha percatado de mi
presencia, ¿puede verme?
— ¡Ja ja ja! Donde ha visto usted
caballero, que los ciegos puedan ver. He sentido su vibración, tu energía no me
es extraña, los que son como tú se ven atraídos hacia mí.
— ¿Los que son como yo?
— ¡Sí! Los que no se conforman; ni con
la vida, ni con la muerte. Dime: ¿Cuánto darías por un trago de licor?
— ¡créeme, me he acercado a ti sin
aspiración alguna!
En
este momento fije mis ojos en los suyos y le dije.
Sin aspiraciones:
Elevo mis ojos al cielo, la luz de la
luna penetra mis dilatadas pupilas, allí veo un océano de ensueño, ¡una
terrible agonía!, ¡un espasmo de muerte!, ¡el corazón palpita!, expandiéndose
como venas los rayos de las altas nubes, bajan a la tierra, dando energía así
al germen de vida.
Ahora viajo sin aspiraciones, el
cuerpo para mí fue un ataúd: mi lucha fue entender porque había de serme
extraña la vida, mis manos eran una total incógnita, mi pensamiento un lenguaje
extraño, mi vida toda fue un mar de inconsistencias.
Luego
el silencio penetro entre ambos, los ojos de ella eran como lagos, en los que
se disolvía toda mi esencia. Su energía era no solo la de un ser vivo, ¡Ella
daba color a las rosas! ¡Ella daba vida a las rocas!
Lentamente se levantó de su silla,
rozo con su mano la mía, la acaricio como si esta fuera algo vivo, dio un leve
suspiro y se retiró, dejándome inmóvil, incapaz fui de seguirla, solo la
contemple mientras se perdía en la puerta del bar.
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