Charlas con el
árbol solitario.
Segundo saludo:
La muerte y la vida.
Iba esa tarde camino hacia el árbol, mi más preciado y calmo compañero, no
sabía que le preguntaría hoy. Y la verdad creo que no se ni quién soy yo.
- ¿Será que solo soy el eco de los hombres del pasado?
- ¿Qué es eso que me hace único?
- ¿Porque he de sentirme yo especial?
Pero es que en el camino he visto una escena terrible: Un pequeño conejo
agoniza a sus orillas; parece que muere de cansancio, y ya veo del porqué; ha
vivido toda su vida con una cruel mutación, la que le hace cargar con un par de
piernas extras en su parte trasera.
Decido entonces recoger al animalillo y llevarlo donde el árbol. Quizá con
su serena sombra se recupere de su fatiga agonizante.
Así llego después de una caminata de treinta minutos, más mi compañero
conejo ha muerto en el camino.
Es entonces que me poso frente al solitario árbol y le pregunto.
- ¿Porque el mundo es tan cruel con sus criaturas?
Un viento viene del norte, agita fieramente las ramas del árbol, tan así
que Muchas de sus hojas salen despedidas; así como haciendo un solitario vals;
que danzan pues en caída antes de tocar el suelo; antes de convertirse en
fresco abono.
Es así cuando habla mi confidente.
- ¡sientes ciertamente una honda pena por la muerte de ese pobre conejo!
- ¡Y es que antes que pena o tristeza debiste haber sentido orgullo por el!
- Se ha ciertamente peleado con el propio destino, ha retado con su
decisión de vivir a los infortunios de la naturaleza.
- ¡No sientas nunca lástima de almas como esta!
Así le digo con un gesto de asombro en mi rostro.
- ¡no negaré la verdad de lo que dices!, y me arrepiento de mi anterior
sentimiento de tristeza.
- ¿Pero porque? ¿Qué ha había hecho el para merecer un destino así?
Un ruido seco proviene del tronco del árbol.
- ¡guárdate también de pensar de esa forma!
- Ese es el pensamiento de aquellos que ven lo que pasa en el mundo como
una consecuencia.
- ¡La naturaleza es! Y no necesita de la aprobación del hombre, o del
conejo, o del árbol. La justa medida de las cosas, y lo que sucede a ellas está
por ahora fuera de todo saber.
- Más para este conejo hay quienes podrían darte razón de su vida: una
explicación que quizás saciará tus dudas. Es el azar ordenado de la genética,
el mundo sin emociones de la selección del más apto.
- ¡aquí no hay crueldad ni malicia!; solo un sinfín de circunstancias que
dan como resultado la superación de la muerte temprana.
Así sigo ahondando en las explicaciones del árbol y le digo.
- ¿Donde esta entonces la respuesta a los misterios del porque?
El me responde.
- ¡no hay un: "¿Porque?"! Más si un resultado, ¡Y no es un
resultado producto de la magia!
- ¡Sí! Es verdad que el conejo ha muerto, y de seguro no ha dejado hijos:
así es como se defiende y depura la vida, en la eliminación del rezagado,
dejando sólo al más apto la tarea de auto replicarse.
- Seguro no veras muchos conejos así: las madres hacen a un lado a sus
crías enfermas, los conejos de seis patas; mueren sin remedio muy jóvenes.
- ¡Cuídate mi amigo de no ser un rezagado!
- ¡Y si haz de ir en manada: guárdate también de no ser arrastrado por ella
hacia el abismo!
Así le digo tranquilo.
- he pues visto que la vida y la muerte están estrechamente conectadas, y a
la muerte misma como un filtro o depurador de la existencia.
- Y si he de amar eso que llamo mi vida; que sea para la creación de mis
más altos ideales.
- ¡Veo mi vida como un puente que cuelga entre dos altas cumbres!: una de
ellas representa al pasado; y allí están mis padres y abuelos, sonriendo
pasivamente al verme partir.
- El otro extremo es el futuro, y aun no llego donde él; allá el país de
mis hijos y nietos; juegan ellos alegres y ríen sin parar.
- ¿Y qué es la muerte?; si no la única forma que haría posible ésta
frescura.
- Es cierto que todos tomamos este puente desde el justo momento de nacer;
¿Pero si acaso todos llegarán al otro extremo? ¿O es que la muerte los
sorprenderá en algún punto entre su pasado y su futuro?
- ¡Por mi parte soy feliz de que no lleguen esos seres mal logrados al
dorado país donde habitarán mis hijos!
- ¡Pero es que también todo parásito es astuto!: y tendré también que
enseñar a mis futuros como lidiar con los débiles y cobardes que cruzan a
espaldas de los otros; a los que drenan cual garrapatas: que una vez gordas y
satisfechas, abandonan las marchitas espaldas de sus huéspedes.
- ¡Y allí quedan aquellos valientes pero ignorantes héroes!; los que jamás
supieron que fuerzas oscuras les impidieron llegar al dorado país del futuro.
- ¡Y a ti muerte! Te veo ahora vestida de bella y blanca seda; ven mi amiga
cuando llegue al momento de completar mi ruta. ¡Y si es que te veo antes!;
lucharé contra ti ángel de negras alas.
Un rayo poderoso y ensordecedor cae sobre una de las ramas del árbol; esta
se prende en fieras llamas y cae sobre el cadáver del pequeño animal.
Así me dice mi anfitrión.
- Come pues mi querido compañero: que la naturaleza hoz ha provisto de un
alimento que no teníais contemplado.
Comí pues la carne sabrosa y dulce de aquel conejillo; y di con ello una
razón a su existencia.
Se torna entonces el árbol más dorado y cálido; quieto ya, cierra sus
susurros al mundo.
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