lunes, 21 de diciembre de 2015

Charlas con el arbol solitario; Sexto Saludo, el niño, dios y el hombre



Un extraño personaje y sus charlas con el árbol solitario.




Charlas con el árbol solitario.

Sexto saludo.

El niño, Dios y el Hombre.

El sol que hoy brilla sobre mí, un sol provisto no sólo de la calidez del día: sino que también de su profunda soledad.

¡Ho...! Triste la vida de los astros; que solitarios en la bóveda terrestre, se convierten en solo espectadores de la vida que ellos mismos proveen.

A mi memoria vienen los recuerdos de la infancia: ¡aquel glorioso estado donde los padres, son tan santos y puros como lo son, los soles y las lunas distantes!

Ella siempre tan serena y soberbia: incondicional y rígida como la más tierna mirada; de allí mis gustos hacia las caricias, los besos y el amor.

¡Y él!: que queriendo siempre iluminar al mundo entero; olvida en ocasiones todo lo que, por la noche queda en la oscuridad.

¿Si es que existe una sincronía perfecta?: ¡Que siempre mis ojos tienen una luz que les guíe!

Salgo al patio trasero de esta que he decidido llamar casa, en el pasillo veo mis viejos libros; ¡mis tablas de sabiduría! De ellas he aprendido sólo lo necesario: ¡No son ciertamente autores que permitan endiosar su propia figura!

¡He aprendido a caminar guiado, pero sin permanente apoyo!

¡Así es como debe ser todo autor de respeto!: que no quiere en sus lectores una copia de sí mismo; sino a alguien a quien admirar en el futuro.

Ya en el patio trasero; la hierba y los cálidos rayos del sol, una banca de madera y, un antiguo sentimiento de tranquilidad.

Veo las casas de los vecinos: en una de ellas un padre castiga duramente a su hijo.

Sin querer escucho sus regaños y amenazas: le promete sin dudarlo el futuro castigo, a cambio de su mala conducta.

El niño en su silencioso miedo: sólo es capaz de quedarse quieto: como estatua temblorosa y resquebrajada, esperando a que terminen aquellas duras palabras.

Escucha sólo en la superficie de su mente; piensa únicamente en poder por fin enmendar sus acciones: ¡ver nuevamente los ojos de regocijo y amor de aquel, padre y sol de sus pensamientos!

Es lleno de todas estas imágenes, que tomo una vieja cantimplora y encamino mis pasos hacia el árbol solitario.

Abro la puertecilla de madera y me alejo de casa. Me espera el largo camino hacia aquel en el que he puesto mis ideales.

Una vez llegué donde mi solitario confidente: recordé que no había comido nada durante el día.

El árbol parecía reír a carcajadas, cuando entre sus ramas juegan inquietas las ardillas y las aves.

Cae sobre mi pecho un hermoso y delicado fruto: ha sido justo una ardilla quien lo ha arrojado hacia mí.

¡Ho…! ¡Gloriosa naturaleza!; que sin diferencia de género, ni condiciones: Es capaz de proteger y alimentar juntamente.

Es aquí cuando entre los múltiples estímulos que vienen de entre sus ramas, que se dirige a mí el árbol solitario.

- ¡Has mi amigo escuchado alguna vez un canto como este!





Divino Dios.

Acto 1.

La linterna alumbra hacia la nada: ¡un infinito destello sin fondo!
¡Los ojos y la sonrisa que…! ¡Jamás nunca!: De inmensa paz y sabiduría.
Dentro de la divina mente no hay dolor ni frio filo.

¡El sol que alumbra siempre, sin existir de verdad!

Es sueño la materia: una simple imaginación de madera y metal.

Sus ojos y su nariz: ¡humanos! ¡Hasta lo divino hemos llegado!

¡El divino sol que alumbra siempre, sin existir de verdad!

Acto 2.

De la cueva y su oscuridad nace en llanto la luz divina.
El hombre de la antorcha: ¡con su fuego la curiosidad!

Llueve fuera el viento: La luz de tremola y temerosa.
En el portal ilumina la fuente oscura: revela y desaparece el misterio de la sombra.

¡Su propia alma!: ¡lo divino!: así mismo quiso ver a Dios.

Acto 3.

Rodea al mundo entero: el Dios de las galaxias y las eras: ¡en tinieblas es que gobierna la luz!

¡Es un sol!; que brillando al máximo pareciera, ya más no existir.

¡Canta un humano!; que conociendo a dios: le ha hallado quieto y sin boca.
Le ha imaginado de carne, con sus dientes le ha imaginado hambriento.

La luz en la caverna ha iluminado lo oscuro: Se ha aclarado la morada de las formas.
Nace a la luz la divina estrella: ¡Que brillando al infinito, no quiere nunca morir!

Ante este misterioso canto del árbol solitario, tuve que preguntarme su objetivo, ya que para mí lo divino es algo lejano a mis ideales.

- No entiendo mi compañero tus intenciones, si yo te he creído lejano a confundirte en este dilema.

El árbol en este instante pareció brillar con una fuerza; que a pesar de intensa, no cegaba ni ofendía mis pupilas.

Eran los rayos del sol, que a través de sus ramas daban sentido a todo el universo.

Estaban esta vez sus hojas iluminadas desde atrás: la luz les atraviesa y puedo ver a perfección sus esqueletos, sus internas y ocultas figuras.

¡No hay de verdad nada que escape de la profunda y totalitaria mirada de los rayos solares!

Así responde entonces el árbol a mis dudas.

- ¿Qué es de un niño a la deriva en el cosmos?

- ¿Qué sería de ti…?

- ¡No hay nunca suficiente sabiduría entre los hombres!, aun pienso que no enseñamos lo necesario a los pequeños.

- El hombre busca como en la infancia a un padre: que como antaño, responda a todas sus preguntas.

- No quieras negar dentro de ti este deseo, porque ciertamente no te has aun superado a ti mismo.

- ¡La perfección además de un ideal y un anhelo: es la base de toda hermosa utopía!

Así le interrogo sobre todo esto que me parece confuso y misterioso.

- Me dices que Dios es el sustituto de mi padre, y que; así también espero de él la recompensa y el castigo de los primeros años.

- ¿Pero como podría aun, creer en un futuro glorioso?: ¿si la vida eterna de estos seres, tiene como ideal una pradera luminosa y, eternas canciones y alabanzas?

- ¿Sino es esto, la nostalgia ante la libertad perdida?: ¡Aquella época en donde sin ficticios problemas, corríamos por las llanuras en pos de la caza y la recolección!

- ¡Ho...! ¡Si no he aquí adivinado la esencia de los idílicos jardines primordiales!

- ¡Ha...! ¡Si no he justo ahora descrito el paraíso!

- ¡Y es que acaso no es esto!; ¿sino la negación ante un mundo de suplicios?

- ¿De verdad, seremos el más perverso de los animales?: ¿Y sera cierto también que; nosotros mismos nos hemos inventado los problemas y, los psicoticos consuelos?

Así las nubes oscurecen los rayos del sol y una leve depresión acoge los gestos de mi rostro.

Me dice en este instante frio y turbio el árbol solitario, mientras sus hojas retoman su tono verde oscuro y sereno.

- He visto con tus pensamientos, que haz ahondado dentro de ti mismo lo suficiente, como para entenderme a plenitud.

- ¡De verdad que la divinidad está muy por encima de los simples y vanos pastoreos, de los eternos descansos y, la infinita paz!

- ¡Poco tendría yo que decirte de los dioses que tú has conocido!

- ¡Nunca debes poner dentro de la categoría de Dios, todas aquellas cosas que escapen de tu comprensión!

- ¡Todo por cuanto el ser humano pueda imaginar, está dentro de su propia naturaleza: Nuestras creencias no son más, que las doctrinas de nuestros padres reforzadas por el colectivo!

- ¡El que escape de esta norma, será siempre una oveja perdida, o en su defecto un paria que,  desgraciado ante los otros, tiene como consuelo el vivir en las altas montañas!

- Hay dos fuentes de donde nace toda fe: tus padres y la sociedad de los hombres y mujeres. Te puedes revelar ante alguna de ellas, esto en mérito de tus propias ideas, o puedes, como en los mayores casos: ser replica de los murmullos externos a ti mismo: obedecer a toda voz lejana a los llantos de tu más alta razón.

- El concepto de dios es como el cauce de un rio caudaloso: lleva este rio dentro de sí; la angelical sonrisa de vuestra madre y, las condicionales y rígidas miradas de tu padre.

- Si me vas a hablar de un Dios para ti: ¡ve y créalo mi amigo!, ¡no dejes que nadie lo haga para ti!

- ¡Más me interesa que cosas, ha dado para ti este tu padre! ¿Has soñado con él?

- ¡Si, mi compañero!: los hombres y mujeres imaginan en los dioses a sus propios progenitores exaltados al infinito de las estrellas.

- ¡La familia y la estructura de la vida, tiene en todo su doble pronunciado en las alturas!

- ¡"Como es abajo, es arriba"!: y no al revés, como pensaron los sabios de antaño.

- Padres, Madres, Hermanos y engaños; encuentran también su paralelo en los cielos.

- El pecado e iniquidad que jamás encuentran castigo en la tierra: ¡son en el infierno causa de aumentados e infinitos pesares!

- ¡Ho…! ¡Como quisiera que de verdad, los malvados creyeran en dios!

- ¡Y es que estos deshacen con su izquierda, lo que a gritos proclaman con la derecha!

- ¡Si de verdad creyeran, inaudito sería para ellos transgredir sus leyes sagradas!

- ¡Si de verdad creyeran, no habrían entonces pecados sobre la tierra!

- ¡He allí un ejemplo de lo inútil que es; creer que la moral es propiedad de los dioses!

- ¡He aquí un ejemplo de lo absurdo que es; el ser bueno a causa del temor a un infierno imaginario!

- ¿Sera que olvidan rápidamente las llamas, cuando de subito afloran los intereses y el placer?

- ¡Si…! ¡Mi amigo!, ¡este también es mi secreto!: ¡La fe en lo invisible es la peor de las mentiras posibles!

- Se mienten ellos contra sí mismos, al obligarse a creer en contra de su propia razón: ¡saben en su más profundo interior que se engañan descaradamente!

- ¡Han puesto la fe en el altar de lo imposible! ¡Se han obligado a tener fe: esperan con ello ahogar su propia razón, esperan con ello una recompensa acorde a su capacidad de creer sin reparos!

- ¡Eso es al menos, lo que prometen sus libros sagrados!

Así absorbido totalmente por las palabras del árbol le interrogo.

- ¿Cómo es posible entonces que el hombre crea en dios?; ¿Si me dices que en su interior niega todo esto?

Las ardillas que jugaban entre las ramas del árbol, de improvisto quedan quietas y sordas: asi me observan directamente; como si vinieran de un lejano sueño.

Es entonces que me contesta el árbol solitario.

- ¿Cómo podrías tú, no creer en algo, que encuentra refuerzos y alabanzas en cada esquina?

- Ninguno de estos mi amigo, quiere aceptar que se ha mentido a sí mismo. ¡No pueden bajo ningún precepto negar lo que desde niños, les dijeron era la más inmutable verdad!

- No pueden tampoco renegar de las promesas que en la superstición, da consuelo a sus pequeñas e infantes almas. ¡La muerte es siempre un acto del que algunos, por lo infructífero de sus vidas, temen afrontar con el pecho erguido y una alta sonrisa!

Así digo entonces al árbol solitario.

- Pero entonces mi amigo, ¿cómo explicar todo lo que me rodea?, ¿cómo dar sentido al aparente orden?

Me responde el árbol mientras una de sus hojas cae y comienza a girar con el viento: parece entonces como un giroscopio natural.

- ¡La naturaleza toma el sentido que los hombres sean capaces de dar a la misma!

- El orden aparente de las cosas viene dado por leyes, que aunque complejas, no necesitan de nadie que les gobierne.

- ¡los infinitos números, que sin guía y sin emociones, forman secuencias y estructuras perfectas!

- ¡Es lo perfecto el ensayo de la divinidad, y es la naturaleza ajena a toda perfección!: ¿No basta ya esto como prueba, de lo lejano que esta la existencia, a toda posible creación divina?

Así le respondo con mis ojos llenos de tímida e inquietante tranquilidad.

- Esto es lo que en este momento tengo claro mi amigo y confidente.

- ¡Ya no quiero un bien y un mal dictaminado a los ojos de un dios creado!: siempre los dominadores tendrán para si un dios acorde a sus deseos y caprichos: ¡un dios para los sumisos y sometidos, es la perla más preciosa para todo poderoso dictador!

- ¡Creeré en mí como un actor de la propia vida, y no en la vida como una obra de teatro montada para probar mis virtudes!

- ¡No es de verdad una prueba en la que me encuentro! ¡Ni mis actos serán recompensados a, este mi propio ser!

- ¡El alma inmortal es la más egoísta idea jamás concebida! ¡Como si una vida no bastara, o como un consuelo ante la muerte en vida!

- ¡Es a mis futuros donde van los buenos o los malos actos de esta mi existencia!, ¡Es a mis futuros donde van entonces mis saltos y sonrisas de placer!

- ¡Saltaré tan alto, tan, pero tan alto!: ¡a fin de hacer temblar el universo entero!, ¡que al caer el temblor sea sentido hasta las más lejanas regiones del futuro humano!

- ¡Así debe pensar todo padre y madre, que ama verdaderamente a sus hijos!

- Y si me has de preguntar dónde está realmente Dios: tendré que decir mi amigo: ¡Que tal dios de los niños, no es capaz de existir!

- ¡Es demasiado como un padre, como para no serlo! ¡Y demasiado pasional, como para estar por encima de nosotros!

- ¿Se desvelará algún día el misterio de un Dios inimaginable?: ¡fuera de todo panteísmo y deísmo!: ¡tal pues no sería un Dios: ya que no habría forma de afirmar o, imaginar su existencia!

Una brisilla parece caer lentamente, y las juguetonas ardillas regresan a sus escondrijos entre las ramas.

¡No son estas lágrimas de tristeza!, ¡sino de regocijo ante los más grandes misterios!

Se torna entonces el árbol más sordo y abstracto, ¡quieto ya!, cierra sus susurros al mundo.
 


miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Fuego Fatuo

Historia de un ser sobrenatural, el cual llega al mundo de los seres humanos y se encuentra con algo para el inesperado.

una pequeña aventura para antes de dormir, los sueños son lo unico que interesa a los seres de la noche.




El Fuego Fatuo.

Viajaba sigiloso y fulgurante por  las ramas y entre los árboles; el Fuego Fatuo está acostumbrado a no prestar reparo a los peligros de la noche.

Cuando sus diamantinos y fríos ojos se fijan en la ciudad de los seres humanos; la naturaleza de su ser se ve llamada hacia una curiosidad mezquina.

Piensa en jugar en los parques y encontrar entre las bancas vacías algún recuerdo perdido y memorable.

Así en veloz vuelo parte rasgando el sereno viento; ¡su cuerpo de pura energía se ve alargado en neutral velocidad!

Su rostro maquillado de picardía; de electricidad y océano turbulento sus dilatadas pupilas.

Abiertas al máximo posible sus palmas y dedos de blancas raíces.

Una vez en el mundo diminuto de los hombres que se sienten grandes; sobre el más alto de sus edificios se aferra cual para rayos del cosmos; ¡cual desquiciado esqueleto en llamas  de  puro placer!

¡Son muchos los sueños que salen a danzar sobre los tejados!

Hay sobre las casas escenas de sensual e ilegitimo placer.

Incontables niños y nuevos juguetes.

¿Pero si es que habrá quizá algún sueño por encima de la vulgar y burda banalidad?

Salen a pasear las almas de los durmientes; más su temor ante lo desconocido y misterioso les obliga a mantenerse siempre cercanos al cuerpo, las pasiones y los placeres.

¡Les ve el Fuego Fatuo decepcionado!

Lo único que realmente le interesa  son las almas puras. Es solo con ellas que desea tratar sus recuerdos a cambio de su rico oro.

Como siempre él se decía a sí mismo: "- ¡Más vale un alma inquieta; que un puñado de monedas vacías!"

Cierto que el oro no le hace falta alguna: ha nacido el en el centro de una estrella, fábrica es el de oro al estallar como su indómita madre.

Es de las casas que brota como estampida el humo por las chimeneas, no es de verdad un humo producto de la quema de secos troncos; es el humo de las almas humanas al consumirse en el caldero de la sociedad.

Así se encolerizan sus ojos y se estremece de profunda ira, y por los aires rompe en gélidas láminas el oro reluciente y fino proveniente de su cuerpo de pura energía.

Es como filosas navajas de afeitar que cortan a su paso los cordones de plata; ¡son muchos los que no podrán regresar a sus cuerpos por la mañana!

Fija su mirada en una casa alejada de los bulliciosos escándalos: En ella una niña sueña tranquila y serena, es un aura de magnífica alegría la que domina su tímido ambiente.

En sus sueños un hermoso castillo y un tranquilo he inteligente príncipe que lucha contra el viento.

Corta su espada los sinsentidos de las palabras adultas, y a los monstruos creados por ellas para atemorizarle.

¡Este es un sueño a la altura del gusto del Fuego Fatuo!

¡Un sueño a la altura de los seres que siguen su propia naturaleza!

¡No podría menos que felicitar al padre de la pequeña por haber inspirado tan brillante y gallarda figura!

Se dirige fugaz y rampante; una sinérgica risilla lo acompaña y sus ojos se achican ante el rápido viento y la felicidad.

Del sereno es que proviene su voz de dragante susurro.

- ¡Nosotros los fuegos fatuos no creemos en la seriedad!

- ¡Quien conoce la sobriedad extrema; no sabe lo que es la madurez y la alegría!

Llega por fin al tejado de aquella humilde casita; su cuerpo se introduce en la chimenea mientras se estira y retuerce como chorro al ser dragado por el insaciable remolino.

¡Ha decidido este día no pedir nada a cambio de su oro!

¿¡Que sería de su justicia si quitará a esta pequeña a su príncipe!?

¡No hay oro que pueda pagar por los sueños de grandeza!

Se dirige a la habitación de la pequeña y deja junto a su cama un hermoso cofrecito de fina madera silvestre y, estampado de robusto y sólido pedernal negro.

En su interior las más delicadas joyas; ¡el oro más puro!; ¡un oro tan puro que nunca ha sido tocado por manos humanas! ¡No es oro de ninguna mina; nace de las propias entrañas de la más fulgurante estrella!

Piedras preciosas provenientes de las insondables profundidades terrestres; ¡allá donde ningún hombre es capaz de penetrar!

Anillos moldeados por eufóricos duendes al calor de sudorosas llamas, y pendientes de elfos locos: que enamorados de las constelaciones las trajeron en forma de joyas a la tierra.


Este fue el regalo dado por el Fuego Fatuo a la niña de puros sueños antes de partir nuevamente a las profundidades del bosque y danzar como flotante destello sobre los lúgubres pantanos.