Segunda parte de la historia del fantasma, en esta ocasion en un extraño ¿sueño?
¡Quiza los sueños sean mas reales de lo que pensamos!
Historia Segunda.
Espíritus vegetales.
Caminaba yo por la acera vacía. El
sereno nocturno incitaba mi pasión, ¡Mi motivo!, ¡Mi espíritu de aventura!, un
extraño recuerdo viene: ¡de antiguo!, ¡de magnifico!, ¡de arcaico!
Sera que mi nueva condición expande
mi memoria a tiempos remotos, no recuerdo nada de mi vida, pero sí, de la
llanura.
Caminó por el bosque: en mí, todo el
ímpetu del cazador: Adornado voy de pieles y dientes de bestias. Por mi rostro,
el viento corre fabuloso.
Tarde algo en darme cuenta que por mi
mente no fluía lenguaje alguno. Esto era lo más parecido a no pensar: ¡no hay
ningún ¡Yo!! Que pueda describirme el paisaje, no hay ninguna voz que domine
mis acciones, ¡solo voy! En mi esta fija la imagen de mi presa, veo los
posibles escenarios de captura mientras corro, de entre ellos voy por el más
accesible, ¡por el más provechoso!, Así sin más, la tengo en mis fauces. Cada
trozo de carne que atraviesa mi garganta, es como un viejo y conocido
compañero, su frescura y solidez, incitan mi paladar a un veloz frenesí.
Todo en ese momento es perfección. No
hay stress, todo sirve única y exclusivamente para disfrutar mi alimento.
Ya satisfecho, corro hacia mi cueva,
en ella; ¡Mis amadas paredes!: Las he convertido en un homenaje a mi propia
vida, hay en toda su extensión pinturas de cacería, ¡De grandes bestias!, ¡De
hermosas plantas!, ¡De mis propias manos! Dentro de la caverna corría un
pequeño y simpático arroyo: Sus aguas son tan claras y frías como la más
hermosa media noche.
Por el techo de la cueva se deja caer
un delgado rayo de luz solar; reflejándose en las frescas aguas y dando vida a
su sigilosa corriente.
Relajado tomo del suelo un gracioso
honguito: Es amarillo y con delicados tonos marrones en su base, ¡lo cómo! y
luego de un instante todo se distorsiona: Las paredes de la cueva parecen
rectas y delineadas formas, hay triángulos y círculos perfectos en todo mi
derredor, sonidos armoniosos se unen al agua en caída, ¡el viento, y el rozar
de las hojas!, ¡Es todo tan natural!
Se conduce el agua por la intrincada
roca, y al hacerlo reproduce un constante e hipnótico sonido, del cual parece
provenir una voz extraña. Esta me habla de mí mismo, en especial de cómo se
disocia uno del ambiente, cuando la escucho ella misma es todo mí ser, se
mueven por si solas mis extremidades, y yo soy solo para la voz: ¡analiza mis
acciones!, ¡pone juez a lo que debe hacerse!, el hongo trajo hacia mí un
espíritu consejero, ¡Un maestro!
Al final la historia desaparece, un
gran vacío sirvió de guion a la siguiente escena.
En ella estoy tirado en una charca de
lodo, ¡Es todo tan relajante! ¡Tan cálido! Junto a mí un hongo a medio comer.
¡A lo lejos un ser invisible me llama nuevamente! vienen empaquetadas en su voz
las imágenes que trae a mi memoria aquellos recuerdos. Ahora a cada imagen le adorno
con una serie de sonidos provenientes de aquella voz lejana. Lentamente caigo
en un extraño mareo: así ciento mi cuerpo envejecer, y mientras tanto la voz se
acerca a mí, a tal punto de ser indistinguible: por instantes parece venir de
fuera, y por otros es como si yo y la voz fuéramos uno solo.
El hongo ha traído a mí, desde un
área lejana de mí mismo, la asociación entre el símbolo y el recuerdo: ¡El
lenguaje! ¡Sí! Por primera vez me estoy hablando a mí mismo, ¡Por primera vez!,
¡estoy pensando!
Así regreso nuevamente a mi presente.
¿Es acaso ese mi primer recuerdo?, ¿pero cómo podría yo ser el fantasma de
aquel antiguo ser? Recordé por un instante mi anterior obsesión con la Datura,
¿Será que aquella planta tiene algo para mí.
En ocasión de este pensamiento decidí
buscarla. Anduve por un rato de aquí para allá, prestando atención a todo en
derredor, así llegue hasta un puente:
Bajo el; un débil y raquítico rio se extendía cual si fuera la columna
vertebral de los cerros. No pensé mucho en lo debido, todo
surgió como si aquello fuera ya un acto prefabricado. Camine por sus orillas
por un rato, la mágica luna llena daba a todo una leve fluorescencia.
Así llegue a un campo de rocas: eran
estas lisas y ovaladas, y allá, junto a un árbol viejo y seco. Se encontraba la
planta que tanto había buscado: Sus hojas verdes y puntiagudas, dan razón a la
sutileza con la que se trata a este ser. Juntamente su fruto: ¡como la maza de
un guerrero!, ¡defiende a su madre!, ¡protege el secreto! Me acerque
lentamente, cada vez me encontraba más cerca de ella. ¡Así se me presentó! Sin
aviso, ni señal alguna: Una Vieja bruja: vestía esta con ropas andrajosas de
color marrón, delgados y blancos cabellos inundaban su cabeza, su piel arrugada
asimilaba a viejos pergaminos, sus ojos rellenos de malicia y astucia miraban
fijos hacia el rio.
Vivía junto con la planta. Ella misma
no era un ser independiente de la datura, estaba sentada en el mismo lugar,
compartían tiempo y espacio. Aquella escena me pareció de lo más extraña.
Decidí rodearla, tratar de captar
toda su dimensión: Así vi como su columna vertebral se entremezclaba en una
sola masa con las raíces de la planta.
Así sin aviso previo escuche la voz
seca, lúgubre y áspera de la bruja.
— ¿Para qué me
busca? ¿Para el bien, o para el mal?
No supe que
responderle, por un momento pensé que era una pregunta criptica.
— Supongo que
la busco para el bien, quiero conocer, entrar en una nueva etapa.
Ella pareció
inerte por un instante, con su mano fantasmal atravesó el fruto de la datura,
extrajo de el una especie de plasma, la planta no se vio afectada en lo más
mínimo, es más, parecía gozosa de entregar su esencia a la bruja.
Al final
llevo ella a su boca la extraña sustancia: ¡Abrió sus ojos repentinamente! Tal
como si una tormenta eléctrica se desatara por todo su cuerpo. Así después de
este pequeño éxtasis, tornó su cabeza hacia el cielo; asintió lentamente como
si acabara de ser autorizada por la madre luna. Así se dirigió nuevamente a mí.
— Ella no me ha
prohibido dirigirme a usted.
— Así como la
vida muere todas las noches, se entrega a los sueños el cuerpo en estado
profundo. Así las semillas de mi ser, el cual he conjurado con la planta;
podrían hacerte viajar.
La bruja se
tambaleaba de acá para allá, mientras me decía estas palabras:
— El corazón
palpitará y correrás por un largo pasadizo, luces de todos colores irán de acá
para allá, como si fueran locos cometas. ¡Los brujos en profundo eco!: Se
repite por el infinito el antiguo y secreto mantra: Debes hacer tu propia
canción, la música deberá provenir de ti mismo, ¡Ni luz! ¡Ni oscuridad!: Ambas
son solo grados en una escala infinita. ¡Pa… pa… pa… pa… ¡Pa…! ¡Buee...! Repite
el sonido hasta que el mismo sirva como una escalera hacia el más básico de
todos los pensamientos.
Todo al
principio me pareció indescifrable, ¡pero aun así! hube de sentirme como un
niño cautivado por una bella canción de cuna.
La bruja
acerco hacia mí su mano, ofreciéndome la gelatinosa sustancia extraída del
fruto de la datura. La tuve ya entre mis labios, la probé: Su sabor era
extraño, acre y áspero. El cielo se tornó rosa y cálido, era como estar
consciente en un extraño sueño, Mas mantenía aun conexión con la realidad:
sabía quién yo era, sabía dónde era que yo estaba, sabía que todo era producto
de la datura fantasmal. ¡El límite entre las montañas y el cielo!, ¡el
contraste entre el cielo y la tierra!
Escuche
nuevamente la voz áspera y extasiada de la bruja.
— ¡ja… ja… ja…! ¡No temas cerrar los
ojos!
Al ella decirme esto, baje de súbito
mis parpados. Y las imágenes comenzaron a danzar: Había allí patos y bellos
peces de colores moviéndose rítmicamente al son de los latidos de mi corazón.
Todo al principio fue total
confusión, las imágenes venían de acá para allá, sin ningún sentido aparente.
Tras un lapso sin tiempo, todo se concretó en un bello jardín: En el centro de
este; una hermosa y simpática fuente. Pequeños patitos en fila tras de su
madre iban por el suelo. Me acerco a la fuente, y vi en ella
hermosos peces.
El ambiente de este lugar era algo
realmente peculiar, era más bien como un mundo al margen de la realidad: A lo
lejos se percibía un eco lejano, ¡Todo había de sentirse tan fantástico! Como
si en ese universo lo único que existiera fuera yo, y ese misterioso jardín. ¡A veces dotado de un extraño
sentido; de leve vibración!, ¡y en otros desprovisto de vida, o razón! Pero aun
así, tuve que sentirme a gusto. Cerca del jardín se encontraba una
residencia: Extraños seres tuvieron que habitarla.
Me dirijo hacia ella, como si fuera
llamado por un ente en el interior de la casa. Al traspasar el portal de
entrada, figuras fantasmales iban y venían; sus retorcidos y atormentados
rostros me causaron escalofríos.
Seguí caminando, tratando a toda
costa de ignorarlos. Voy por el pasillo principal, a mi lado derecho se abre
una puerta, de la cual sale una figura esquelética caminando lenta y
rítmicamente, la cual se pierde nuevamente al entrar en la puerta izquierda.
A lo lejos diviso una gran silla,
como si fuera el trono de aquella gótica mansión. En ella sentado un enorme
duende: Hermosas Hadas acarician sus orejas, sus mejillas regordetas y el
rostro sonriente. Así se dirige a mí con voz suave, un tanto rasgada pero feliz
y fascinante.
— El rey duende: He visto muchos
viajeros por estos lados, todos vienen acompañados del miedo y la desconfianza.
¡Pero a ti te ha traído la bruja! Cosa que es de rescatar.
No pude menos que sentirme intimidado
ante aquel ser, y le respondí tímidamente.
— Explíqueme mi señor, ¿Qué lugar tan
extraño es este?
El entrecerró sus ojos, volteó a
verme con aires de desconfianza y contesto a mi pregunta con suma paciencia,
pero con un tono de ironía.
— La vida de los humanos puede a veces
llegar a convertirse en un mar de sin sentidos, las emociones y pasiones los
esclavizan, y no se percatan de lo extraño y maravilloso que es el mundo, el
universo y la totalidad misma.
— Como vez, no admiro nada en el mundo
de los hombres, el sentido de la vida se encuentra en los colores de las
plantas, en el aleteo de las mariposas, en las hermosas puestas de sol.
— Tú vienes de un mundo en ruinas,
donde los altos edificios te impiden ver; donde las casas se alzan como
prisiones, y donde en trabajo se ha convertido en un martirio.
Ahora sigue con nostalgia en sus
ojos.
— Hubo una época en donde ustedes
fueron libres y felices, una época simple y armoniosa. Oíais el cantar de las
aves, seguíais las rutas de los ríos, el amor lo encontrabais en cada estación.
— Pero ahora duerme pequeño niño, que
este mundo es solo una ilusión para ti.
Así desperté del sueño
de la datura. La bruja había desaparecido, el rio fluía junto a mí, y el
ambiente árido de aquella noche fría incitaba a la nostalgia por aquellos días
en los cuales corría por la sabana.