Un extraño personaje en sus platicas con el árbol solitario.
Charlas con el árbol solitario
Séptimo saludo:
Las obras de teatro y los actores.
Esa
noche en la cual soñaba, donde si no, en mi cama de madera: donde tiemblan el
frio y los parpados; agitados estos al presenciar las oníricas visiones. Era
uno de esos extraños sueños, en los cuales la vigilia surge de entre las
tinieblas del inconsciente.
Es
un sueño tan lúcido, que creyera de verdad no estar dormido. En particular lo
que mi alma sorprende es aun conservar de la vida, mis recuerdos.
Una
noche sin fin, donde a mi lado se pasean fantasmas penitentes: cargan cada uno de ellos pesadas cruces de
madera y bañadas en sangre, repiten sin parar canciones de alegría, se saludan
con la mirada. Caminan los unos hacia los otros y se dan la mano; sonriendo como
finos payasos, para luego voltearse; arrugar el rostro y continuar su camino
hacia el abismo: En donde, en medio de fuertes remolinos, un gigantesco
monstruo los devora como una hiena insaciable.
¡Oh!
¡Como rechinan sus muelas al masticar el alma y la carne de aquellos inocentes
hipócritas!
No
puedo creer lo horrible de aquella escena y, el gigante me mira fijamente, así
como burlándose o reflexionando sobre mí: ¡como estoy tan lejos de su alcance,
siento como si a la distancia me quisiera atrapar!
Es
el constante canto de un gallo en la madrugada lo que me llama a despertar,
mientras un aire frio resbala por mi espalda, recordándome el final.
Del
remolino se levanta la bestia, cuando el gallo agita sus alas al cantar. Se
eleva hasta las alturas para posarse entre los cielos y, así como disfrazado de
virtudes; parecen ahora de oro sus plumajes.
Me
levanto de la cama pensando en todo aquello, mientras camino hacia la sala: en
ella están los muebles vacíos y la joven que antes ilusionó mí corazón reposa
desnuda sobre el suelo, recordándome que aun, debo recorrer el mundo, hasta en
la realidad encontrarle.
¡Es
tan bella y dulce! De largas piernas y finos dedos, quisiera saciar la sed de
mi corazón en las plantas de sus pies, ¡Oh! Como huele ese perfume; cálido y
salado; Un jugo de sabor extraño, el que entre sus piernas hace mi mente
enloquecer.
¿Es
que acaso los solitarios nos refugiamos en el desierto?
¿Nos
escondemos realmente de la vida viendo las olas pasar?
Así
es como dispongo hacia el árbol mis pasos; lleno de ansiedad.
El
sol aun no salía, una media luz ilumina mi camino, solo los pajarillos cantan
para mí:
¡Para mí! ¡Para esta fría soledad!
Soy
guiado por ellos: ¡Cantan ópera, es una obra preciosa; trata sobre el valor y
la lucha; sobre la alegría y grácil bondad!
Caballero
soy ahora, cargando una pesada armadura, en mí pecho, las medallas de
incontables batallas; ¡me he enfrentado a los más terribles monstruos de la
humanidad!
¡Es
así la vida, de los que teniendo el corazón de héroes, se enfrentan aun a costa
de perderlo todo, a las componendas y pasiones de la sociedad!
¿Sera
que ni por un segundo, el ajetreo de esta triste tragedia, me dejara sobre la
tierra sembrar la espada y descansar?
Pues
esta es la Historia que cantan para mí los pájaros, recordándome, que aunque
con pesadas botas, aun es necesario continuar.
He
llegado por fin al árbol y la bandada de cantores vuelan hacia él, llenando con
esto de alegría sus ramas.
El
sol comienza a salir por el horizonte, dando a sus hojas el color de brillantes
y finas láminas de oro reluciente.
Es
como si la propia escena, fuera el clímax de una ópera, en donde el héroe,
después de todas sus penurias, encontrara en el umbral de la muerte el paraíso.
Con
el roció que aun resbala a través de sus hojas, es que se dirige a mí el árbol
solitario.
- ¿Qué
sería de la vida mi amigo, sin las bellas historias?
- ¿Cómo
hubieran sido de tristes las noches de aquellos nuestros ancestros, si al calor
de las llamas no hubieran invocado a los ángeles y demonios de su imaginación?
-
Es en ellas donde puede, este ser de endeble forma, adentrarse en los más
oscuros reinos: ¡es aquí!, donde los antiguos reyes; renacen nuevamente, como
Dioses, Ídolos y Consejeros.
-
¿Cuando no fue más profundo un discurso; sino al adornarlo de sublimes
anécdotas?
Es
entonces cuando le digo, algo triste y confundido al árbol solitario.
- ¡No
miras como acongoja mi corazón este papel que me ha sido dado!
- ¿Por
qué siempre hay príncipes y locas princesas?
Parecía
en un instante, luego de evaporarse el roció de las hojas, que el árbol se
tornara serio para mí y me respondiese.
- ¡Oh!
Mi pequeño muchacho, amante de las tragedias y de cuerpo frágil: Nunca busques
tras un guion perturbado, el sentido de la vida.
- ¡Que
así como los que escriben son capaces de crear, tienen también en su alma, un
mezquino deseo de ser dioses!
Entonces
le interrogo, ya que todo esto abruma mi corazón.
- ¿Dónde están el guionista, el teatro y los actores?
- ¡Responde! Que quiero ansioso y nervioso la obra
analizar.
El sol, como el espíritu y el alma del infante, que tras
el nacimiento contempla por primera vez el mundo; saluda tras su salida la
llegada de un nuevo día y, escucho de nuevo la voz del árbol.
- No tienes sino que mirar alrededor, para darte cuenta,
donde es que se celebra esta obra interminable.
- Ha todos aquí les ha sido asignado un papel: Están aquí
los aldeanos, los reyes y las reinas. He visto también al posadero y, al médico
brujo, el ladrón y, el corrupto, la víctima y, el victimario, al astuto y, al
inocente.
- ¡Aquí también los ángeles y los demonios: La dama en
apuros y el modesto salvador!
- ¡Hay solo un actor invisible y, He aquí una recompensa
a quien adivine su nombre!
Entonces contesto con sequedad en mi boca, a mi
interlocutor.
- ¡El guionista! ¡Los guionistas! Son estos los cuales,
tras un velo invisible, juegan a ser nuestros dioses.
- ¡Son ellos quienes han dicho desde un inicio, lo que provocará
nuestras alegrías!
- ¡Nuestras tristezas!
- ¡Nuestros sueños y aspiraciones!
- ¡Oh! Como guían nuestras vidas con sus letras; las que
estando a plena vista, parecieran ser invisibles.
- ¡Sino tenía razón aquel antiguo filósofo, que desde un
mundo de platónicas ideas, ha sido capaz de forjar una obra sin final!
- ¿Sera verdad que un arte, sea por su contenido, capaz
de un alma ensuciar?
Vienen ágilmente hacia mí las palabras del árbol
solitario.
- ¡No os confundas por favor! ¡Nunca tomes nada, como una
innegable verdad!
- ¡Si es cierto, que hay entre las propagandas; historias
que disfrazadas con la piel de muertos poetas, dirigen las débiles mentes a la
decadencia!
- ¡Las hay también reales, que aunque escondidas tras
pesadas montañas rocosas, aún pueden los más férreos e inquebrantables
gambusinos, cavar hasta en lo más profundo encontrarles!
Entonces es que le digo, ya muy conmovido a mí amigo
árbol.
- ¿Cuál es mi papel? ¡Esto es lo que se preguntan muchos
al principio de la adultez, así como pidiendo a un ser invisible, el sentido de
su propia naturaleza!
- ¡He reflexionado mi amigo, que el guionista no es otro,
sino yo! ¡Cualquier otro destino me sea, bajo engaños impuesto, debo
despreciar: así como el adolescente, que en ese extraño tránsito entre la
infancia y la adultez, reniega fieramente contra todo por cuanto se le imponga!
- ¡De verdad que solo los pobres de mente se someten! Así
como conscientes de su propia incapacidad, desean se les diga cuándo detenerse
o caminar.
El árbol me responde con un tono orgulloso y sutil, como
cuando un padre ve cumplidos en su hijo, todas aquellas cosas que el divisó
desde el propio instante en el cual este salió de entre las piernas de su
madre.
- ¡Hoy viste de verdad hijo mío, lo que añoraba mi
corazón vieras!
- ¡Más tu papel, solo tú, deberás asignar en esta tu
obra!
- Ya que, aunque no lo digan, estos frustrados actores,
que se han dejado imponer un papel en la vida, añoran secretamente un rol
distinto al actual: He aquí del porque su corazón no deja de ser incongruente
y, es por tanto, que se auto castigan obligándose a inventar un motivo para
poder sufrir y llorar: Así purgan la sangre de la herida y se desangran
fingiendo normalidad.
- Estos han enloquecido al punto de quedarse en su
personaje por siempre atrapados, como si cansados de actuar contra su voluntad
interna, desean creer su flagelante ficción.
- ¡Son hipócritas, entre los hipócritas! Aquellos que a sí
mismos se niegan.
- ¡Se tu siempre como los niños, inocentes, auténticos y
llenos de vitalidad!
Ha terminado el astro rey de dominar la mañana con sus
luces, y los pajarillos relatan para mí el pico más agudo de sus cantos,
mientras como impregnados de destellos parecieran perderse en lo profundo de
los bosques y montañas.
Se torna entonces el árbol más trágico y vivaz, quieto
ya, cierra sus susurros al mundo.