Charlas con el árbol solitario.
Quinto saludo.
El bien, el mal y el ser
oculto.
Hoy es un día triste bajo los rayos de la luna. Sabe a demasiado silencio
el espacio.
¡No hay una suave caricia antes de dormir!
¡No hay una sonrisa de amor por las mañanas!
¡He estado frente al espejo!; ¡Y es que he querido romperle en pedazos!
Por la madrugada me visita hoy el desvelo: me cuenta el de las desventuras
de los hombres y mujeres.
Me platican así también las estrellas y las velas a medio quemar.
- ¡Mira que nuestra vida se agota!
- ¡Y mira también que no tenemos suficiente tiempo, como para perderle en
la tristeza!
¡¿Que si no había entendido yo aquel mensaje?!
¿Qué es eso que me impulsa a amar u odiar?
¿Qué es lo que me motiva al bien? ¿Qué es lo que me incita a hacer el mal?
¿Por qué siempre quiero ser, lo que se me ha enseñado a ser?
¡¿Ir por la vía segura, y de impuestos ideales?!
¡La lucha y el conflicto de toda alma, es no poder ser lo que en profundo
secreto anhela!
¡Y como dijeron estas velas!: ¡”Hay que tratar de brillar siempre, ya que
tarde o temprano este combustible se acabará”!
Así duermo y sueño: ya que lo sueños nunca mueren realmente.
Dormí y soñé toda la mañana y el día, no fue sino hasta por la tarde que me
sentí nuevamente motivado por el viento.
¡El árbol solitario me esperaba ansioso!
Mas este día nadie me acompañaba en el camino.
Ya en la salida, en una de las últimas casas del pueblo: la que colinda
justo entre el mundo de los hombres y el profundo bosque.
Fue en ella donde contemplé la escena que tanto llamó mi atención: Salía un
campesino: el cual seguro trabajaba cuidando algún cultivo en las montañas, o
en un pueblo vecino. Quizá también se dedicara a la cacería esa noche.
Su mujer se queda en la puerta viéndole partir: en sus gestos un aire de
pérdida y resignación; con la típica abnegación de quien ve repetirse la misma
escena diariamente.
¡Me es todo muy hermoso!, y decido
sentarme en un cerco de piedra a orillas del camino; y Allí reflexiono sobre lo
maravilloso de todo aquello.
¡Cuando he aquí!, que con el paso del tiempo; otro hombre toca a la puerta
de la humilde mujer.
Ella le abre: El acaricia su rostro y sus cabellos, y asi; lleno de premura
y lujuria la introduce dentro de la
húmeda habitación.
El asco llego a mí como ave de presa, y decido entonces huir de aquella
turbulenta e incómoda escena.
Fue ya por la noche que llegue a donde mi solitario amigo.
Su serenidad en medio de los aires nocturnos era majestuosa, ¡una inmensa
paz que no tiene igual en el mundo de los seres humanos!
¡Hoy de verdad me asaltaba la soledad y la tristeza!
Una hoja colgaba sutilmente: No era ya casi nada lo que la mantenía unida a
la tímida rama.
Así es pues que le digo a mi amigo.
- ¡¿Dime porque sufro?!
- ¡Es que mira que no logro entender el misterio de mi congoja!
Por los aires escucho el silbido de mí amada Innana: ¡Es la hermosa lechuza
llena de sus blancos dorados!
Se posa ella sobre una de las más altas ramas, y es entonces que me
responde mi amigo árbol.
- ¡No hay nunca en la vida momentos ajenos al sufrir!
- ¡Así como no hay tampoco alma dueña del todo de sí misma!
- ¡¿Podrías tu; definirme el mal?!
- ¡¿Podrías tu; aclararme el bien?!
Así le respondo entonces algo molesto al árbol solitario.
- ¡Es el mal lo contrario al bien!
- ¡¿Pero cómo definirte el bien, si es muchas cosas y no solo una?!
Una brisa suave mueve las ramas del árbol y este me contesta.
- ¡El mal no es el contrario del bien, ni tampoco el bien es el contrario
del mal!
Le interrumpo yo, resistiéndome a su filosofía; Así como lo hace el
adolescente que se niega a recibir los consejos de un sabio padre, creyendo que
su efímera experiencia puede superar a las largas cavilaciones de los viejos.
- ¡Hoy he visto verdaderamente el mal!
- ¡Una mujer que sin pudor alguno ha traicionado el amor de su marido!
El árbol me responde pasivo y sereno.
- ¡Tu haz visto una escena, la cual dista mucho de ser la novela completa!
- ¡Todo los que se creen dueños del bien y del mal, se convierten en duros
jueces de lo propio y ajeno! ¡Son por tanto siempre víctimas de la culpa y el
resentimiento!
- No confundas por favor esto con la justificación, sino más bien que hay
muchos cabos, los cuales por serte desconocidos no has sido capaz de atar.
Pregunto entonces ya más calmado al árbol.
- ¿Qué define entonces lo bueno y lo malo?
El me responde mientras en su interior pululan inquietos los insectos
nocturnos.
- Lo bueno y lo malo es definido por los hombres para defenderse de sus
semejantes.
- ¡No creas por tanto en ellos como una ley o causa del universo!
- ¡Allí donde hubo algo que proteger!; ¡se le llamo bien!
- ¡Allí donde hubo algo de que protegerse!; ¡Se le llamo mal!
- ¡Una casa, un sentimiento y una caricia!
- ¡Un ladrón, un grito y un golpe!
- ¡¿Sera que soy lo suficientemente claro?!
Así le respondo entonces, mientras mi rostro es iluminado por los tímidos
rayos de la luna que atraviesan a través de sus ramas.
- ¡Ho…! ¡Si es que has sido demasiado claro!
- ¡Hay siempre dentro de mí un ser, que desea eufórico salir a cantar!
- ¡Un ser que nunca se sacia, y que ahogo a diario entre lo correcto y lo
incorrecto!
- ¡Alguien que dentro de mí: no me distingue a mí mismo!
- ¡Es el al que siempre freno: Engañándole y prometiéndole futura libertad!
Así la hoja que estaba ya por caer, decide soltarse de la rama y
estrepitarse al lejano suelo.
Me dice entonces mi amigo árbol.
- ¡Tú no puedes engañar a este que vive dentro de ti!, ¡Con esa actitud lo
único que conseguirás es decepcionarle y empujarle al suicidio!: ¡A la muerte!
- ¡El siempre busca la grandeza de sí mismo!; ¡El solo busca que tú le
encuentres!
- ¡De cierto te digo; Que cuando este ser interno se entrega a la muerte y
la resignación; es cuando aconseja para todos la desdicha!
- ¡Celoso es el ser interno! ¡No desea nunca que nadie le supere!: ¡Y si no
ha de ser escalera, será entonces piedra de tropiezo!
- ¡Así es como todos estos seres muertos; buscarán siempre destruir, ya sea
con la burla, el sarcasmo o el desprecio!
- ¡Incapaz es el cadáver de distinguir la virtud ajena, imposible le
es reconocer el mérito del vecino y la
grandeza de sus coetáneos!
- ¡Acompáñate siempre mi amigo de seres que aun, como tu viven por dentro,
y sois capaces de añorar en el futuro del hombre, y no solo de sí mismos!
- ¡Son aquí las almas muertas, las más llamadas a llenarse en las falsas
riquezas del oro y el complejo de superioridad!
Digo entonces yo al árbol.
- ¡He comprendido que todos llevamos dentro a nuestro pequeño niño: es el
quien nos avisa de la alegría y de los grandes sueños!
- ¡Y es que un alma, cuando logra salir a la superficie y rompe fieramente
las cadenas de lo impuesto; es cuando se da cuenta que él es dueño de sí
mismo!, ¡Esa es verdaderamente la única libertad posible!
- ¡desea esta alma ser héroe, y no anhela solo su bienestar!, ¡Y es tal;
que como grávida y brillante fuerza, despierta en sus cercanos un alzamiento!
- ¡Algunos le orbitaran como planetas, mas nunca un sol a de mantener por
siempre a sus comensales!
- ¡Hoy ya no creo mi amigo; en el bien y el mal!
- ¡Hoy creo!; ¡En mí mismo!
La luna asoma por detrás de la imponente copa del árbol, y mi amada Innana
parte en busca de su hogar en las altas montañas.
Se torna entonces el árbol más lejano e íntimo, quieto ya, cierra sus
susurros al mundo.